Cómo unos prisioneros de un campo de concentración Nazi escaparon trabajando en equipo

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En este artículo nos enseña que al trabajar en equipo vamos a triunfar y alcanzar el éxito, ya que la unión hace la fuerza.

Toda su fuerza está en la unión, todos sus peligros están en la discordia. Henry Wadsworth Longfellow [Retweet]

Colaboración es multiplicación John C. Maxwell [Retweet]

Movimiento subterráneo

Lo llamaron el Gran Escape. No fue grande porque no hubiese ocurrido antes. Anteriormente prisioneros de guerra habían escapado de campos enemigos. No se le llamó grande por sus resultados: los resultados fueron catastróficos para la mayoría de los que escaparon. Fue grande porque el grado de dificultad de la empresa rayaba en lo imposible.

Stalag Luft III, un campo nazi de prisioneros unas 160 kilómetros al sudeste de Berlín era un inmenso complejo donde en algún momento hubo unos 10.000 prisioneros de guerra aliados. En 1944 había en ese campo un grupo de soldados decididos a escapar. Su meta era facilitar la huida de casi 250 hombres en una noche, algo que requeriría la mayor cooperación de todos los prisioneros. Nunca se había intentado un escape tan atrevido.

Sacar hombres de un campamento de guerra alemán era una tarea extremadamente compleja. Por supuesto que existía el reto de cavar a escondidas los túneles por donde escapar. Juntos, los prisioneros diseñaron los túneles, los cavaron, los camuflaron con pedazos de madera sacados de sus camas e hicieron desaparecer la tierra en forma admirablemente original. Hicieron llegar aire a los túneles con fuelles hechos por ellos mismos. Crearon pequeñas tarimas de transporte para moverse a través de los túneles. Incluso iluminaron con luz eléctrica los estrechos pasajes. La lista de artículos necesarios para el trabajo era increíble: 4.000 pedazos de tablillas de las camas, 1.370 tablas de otras características, 1.699 frazadas, 52 tablas largas, 1.219 cuchillos, 30 palas, 183 metros de cordel, 305 metros de alambre eléctrico, y otros más. Se necesitó un ejército de prisioneros para encontrar y sustraer los materiales requeridos para fabricar los túneles.

A pesar de lo difícil que fue cavar los túneles, decidir la forma de escapar fue sólo una parte del plan global. Cada hombre que quería escapar necesitaba una gran cantidad de artículos y todo un equipo: ropa de civil, papeles alemanes, tarjeta de identificación, mapas, brújula hechas a mano, raciones de emergencia y otras cosas. Muchos prisioneros continuamente recogían cualquier cosa que pudiera ser útil al equipo. Otros trabajaron sistemáticamente y sin descanso sobornando a los guardias y practicando un intenso mercado negro con ellos.

Cada persona tenía un trabajo específico que hacer. Había herreros, ladronzuelos y falsificadores que trabajaban secretamente mes tras mes. Se crearon equipos que se especializaban en tareas de distracción y camuflaje, manteniendo a los soldados alemanes ajenos a lo que ocurría.

Quizás el trabajo más difícil era el de «seguridad». Como los alemanes empleaban muchos guardias especializados en detectar intentos de fuga (llamados hurones por los prisioneros) los equipos de seguridad llevaban un registro de cada movimiento de cada guardia que trabajaba dentro del complejo. Y usaban un elaborado, aunque rústico, sistema de señales para advertir a otros hombres de la seguridad, de la vigilancia y miembros de los equipos de trabajadores cuando un guardia parecía amenazar sus esfuerzos.

La noche del 24 de marzo de 1944, después de más de un año de trabajo, 220 hombres se prepararon para arrastrarse por los túneles y salir a un bosque fuera del campo de prisioneros. El plan era que los hombres salieran a razón de uno por minuto hasta que todos hubieran escapado. Los prisioneros que hablaban alemán abordarían trenes y se harían pasar por trabajadores extranjeros. El resto permanecería oculto durante el día y viajaría durante la noche tratando de evitar encontrarse con las patrullas alemanas.

Sin embargo, cuando el primer prisionero terminó la travesía por el túnel, descubrió que la salida se había quedado un poco corta. En lugar de salir un hombre por minuto, apenas pudieron sacar una docena por hora. En total, ochenta y seis hombres escaparon antes que se descubriera el túnel. Aquello fue el caos para los nazis. Ordenaron una alerta nacional para enfrentar la situación. Capturaron a ochenta y tres de los ochenta y seis prisioneros y Adolfo Hitler ordenó la ejecución de cuarenta y uno de ellos. Sólo tres alcanzaron la libertad.

John Sturges, el hombre que en 1963 dirigió la película El Gran Escape basado en este hecho real, dijo sobre el esfuerzo de los prisioneros: «Esto exigió la dedicación y vigilancia de más de 600 hombres, cada uno de ellos, cada minuto, cada hora, cada día y cada noche durante más de un año. Nunca antes la capacidad humana se probó en esta extensión y hasta un punto tan increíble ni demostró tal determinación y valentía».

Un poco más de sustancia

Los grandes desafíos demandan un gran trabajo de equipo y la cualidad que más se necesita entre los compañeros de equipo en medio de la presión de un reto difícil es la colaboración. Note que no dije «cooperación» porque la colaboración es más que eso. Cooperación es trabajar juntos placenteramente. Colaboración es trabajar juntos agresivamente. Los miembros colaboradores de un equipo hacen más que simplemente trabajar unos con otros. Cada persona trae algo a la mesa que añade valor a la relación y sinergia al equipo. La suma de un trabajo de equipo hecho realmente en colaboración es siempre mayor que sus partes.

Convertirse en un jugador que colabore con el equipo se requiere un cambio de enfoque en cuatro áreas:

1. Percepción: Vea a sus compañeros como colaboradores, no como competidores

Fíjese en cualquier equipo y podrá ver el potencial para la competencia. Los hermanos se pelean por conseguir la atención paterna. Los trabajadores compiten por aumentos de sueldo y ascensos. Los jugadores se esfuerzan por comenzar el juego y no quedarse en la banca. Porque todos tienen esperanzas, metas y sueños que quieren alcanzar. Pero para los miembros que colaboran, ayudarse unos a otros es más importante que competir unos contra otros. Se conciben como una unidad trabajando juntos y no permiten que la competencia entre ellos dañe al equipo entero.

Para los miembros que colaboran, ayudarse unos a otros es más importante que competir unos contra otros.

2. Actitud: Apoye a sus compañeros en lugar de sospechar de ellos

Hay personas que se preocupan tanto por sus intereses que sospechan de todo el mundo, incluyendo sus compañeros de equipo. Pero adoptar la actitud de completar la tarea y no competir con sus compañeros es posible sólo si deja de sospechar de los demás y se transforma en alguien que apoye.

Es cuestión de actitud. Esto significa asumir que los motivos de las demás personas son buenos mientras no se pruebe lo contrario. Si usted confía en la gente, los va a tratar mejor. Y si los trata mejor, ambos estarán en mejores condiciones de crear una relación de colaboración.

3. Enfoque: Concéntrese en el equipo, no en usted

Como parte de un equipo, por lo general hará una de dos preguntas cuando ocurra algo: «¿Cómo me beneficia esto?» o «¿Cómo beneficia esto a mi equipo?» Donde ponga su atención dirá mucho sobre si compite con otros o los complementa. El escritor Cavett Roberts lo dice de esta manera: «El verdadero progreso en cualquier campo es una carrera de relevo y no una carrera individual».

Si se enfoca en el equipo y no sólo en usted, podrá pasar el batón cuando sea necesario en lugar de tratar de completar la carrera solo.

El verdadero progreso en cualquier campo es una carrera de relevo y no una carrera individual. Cavett Roberts [Retweet]

4. Resultados: Cree la victoria a través de la multiplicación

Cuando trabaja junto a sus compañeros de equipo puede hacer cosas muy importantes. Si trabaja solo, se le quedan muchas victorias sobre la mesa. La colaboración tiene un efecto multiplicador en todo lo que hace porque libera y perfecciona no sólo sus habilidades sino las de los miembros de su equipo.

Algo para pensar

¿Es usted una persona colaboradora? Quizás no esté trabajando contra el equipo, pero eso no significa necesariamente que esté trabajando para él. ¿Aporta colaboración y añade valor a sus compañeros de equipo aun cuando sean personas que no le simpatizan totalmente? ¿Ayuda a multiplicar los esfuerzos de los demás? ¿O el equipo se hace lento y menos eficaz cuando usted participa? Si no está seguro de las respuestas, hable con sus compañeros de equipo.

Algo para hacer

Para convertirse en un jugador de equipo que sea colaborador …

•     Piense en ganar, ganar y ganar. El rey Salomón, del antiguo Israel, dijo: «Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo». Por lo general, cuando colabora con otros, usted gana, ellos ganan y el equipo gana. Busque a alguien en el equipo con una función similar a quien haya visto antes como un competidor. Piense en las formas en que pueden compartir información y trabajar juntos para beneficio de ambos y del equipo.

•     Complemente a otros. Otra forma de colaborar es encontrar a alguien que sea fuerte en las áreas en que usted es débil y viceversa. Busque a otros en el equipo con habilidades complementarias y trabajen juntos.

•     Sálgase del panorama. Hágase el hábito de preguntarse qué es lo mejor para el equipo. Por ejemplo, la próxima vez que esté en una reunión para resolver problemas, y todos estén aportando ideas, en lugar de promoverse, pregúntese cómo funcionaría el equipo si usted no estuviera involucrado en la solución. Si conviene, proponga ideas que promuevan e involucren a otras personas.

Por lo general, cuando colabora con otros, usted gana, ellos ganan y el equipo gana.

Algo para el camino

En cierta ocasión unos niños paseaban por el bosque cuando descubrieron una línea de ferrocarril abandonada. Uno de los niños saltó a uno de los rieles y trató de caminar por él. Después de unos cuantos pasos, perdió el equilibrio. Otro trató de hacer lo mismo, y también se cayó. Los demás se rieron.

«Apuesto a que ustedes tampoco pueden», le dijo a los demás uno de los que había hecho el intento. Uno por uno los demás niños lo intentaron pero todos fallaron. Hasta el mejor deportista del grupo no pudo dar más de una docena de pasos antes de caer fuera del riel.

Entonces dos niños comenzaron a hablarse al oído y uno de ellos lanzó el siguiente desafío: «Yo puedo caminar todo lo que quiera por el riel, y él también», les dijo, señalando a su compañerito.«No, tú no puedes», le dijeron los demás.

«¡Apuesto un dulce a cada uno que sí puedo!», les respondió. Los demás aceptaron.

Entonces los niños subieron cada uno a un riel, extendieron un brazo, se tomaron fuertemente de las manos y empezaron a caminar por toda la vía.

Como individuos no hubieran podido hacerlo, pero trabajando juntos no les fue difícil alcanzar la victoria. El poder de la colaboración es la multiplicación.