Cómo reconocer cuando estás deprimido

depresión, como reconocerla, ayuda, sintomasAlgunas señales de alarma son sutiles y fugaces, pero no deben pasarse por alto.

Dave Roos, de Pittsburgh, Pensilvania, quien se confesaba esclavo del trabajo, siempre realizaba con entusiasmo las tareas ocasionales de la casa. Pero un día en que su esposa le dijo había moho en las paredes de la ducha, Dave, contra su costumbre, se encogió de hombros y dijo que se ocuparía de ello más tarde. Él moho siguió donde estaba.

Kerry Flynn, empleada de una agencia de servicios sociales en Arlington, Virginia, llegó tarde a su oficina un día por haber dormido mal. Un colega le hizo un comentario en broma acerca del retraso. Normalmente, Kerry habría respondido con otra guasa y luego se habría olvidado del asunto, pero esa vez se pasó el día rumiando el comentario.

Nadie dio mayor importancia a las reacciones de Dave y Kerry pero lo inusual de su conducta era la primera señal de alarma de que estaban sufriendo una depresión. Por fortuna, se reconocieron a tiempo los síntomas y ambos se sometieron a un tratamiento. Sin embargo, hay personas con síntomas depresivos atípicos que no corren con tanta suerte.

Cada año, varios millones de personas sufren episodios de depresión, lo que hace de este trastorno una de las enfermedades mentales graves más comunes. Peor aún, miles de deprimidos, entre ellos un alarmante número de adolescentes, se quitan la vida, a menudo antes de que se les diagnostique el padecimiento.

Muy pocas víctimas de la depresión buscan ayuda médica, pero para las que sí lo hacen, los nuevos fármacos y terapias pueden representar un remedio definitivo en 80 o 90 por ciento de los casos, a condición de que las personas que las rodean noten los síntomas a tiempo y el tratamiento se inicie sin demora.

Estado crónico. No hay que confundir la depresión con la tristeza. De vez en cuando, todos experimentamos breves periodos de postración y desánimo, y hay veces en que la gente se deprime por razones sobradamente justificadas: la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo o un divorcio. Pero casi siempre logramos sobreponernos a esos lapsos de desventura y pérdida.

La depresión difiere de la tristeza en duración e intensidad. En algunos individuos, la causa parece ser una alteración de la química cerebral. «En las personas propensas a la depresión, lo que comienza como una reacción normal se convierte en un estado bioquímico crónico y, como consecuencia, el organismo sufre un fuerte desgaste», explica Frederick Goodwin, director del Centro de Neurociencias, Comportamiento y Sociedad, del Centro Médico de la Universidad George Washington.

Si no se combate, la depresión suele volverse recurrente, y con cada episodio aumenta el riesgo de que se presente uno nuevo. La mitad de quienes no reciben tratamiento después de un ataque de depresión sufren otro al cabo de cierto tiempo, y después de tres episodios las probabilidades de experimentar el cuarto son de 90 por ciento. Así pues, es indispensable recibir tratamiento oportuno.

Hay dos formas principales de depresión: la unipolar, que se caracteriza por estados de abatimiento y desesperanza periódicos de magnitud variable, y la bipolar o maniacodepresiva, en la cual la persona sufre accesos de depresión seguidos por periodos de euforia y comportamiento anómalo, como hablar sin control o dilapidar el dinero. Por razones que se desconocen, unos dos tercios de las víctimas de la variante unipolar son mujeres; la bipolar se presenta en hombres y mujeres casi en la misma proporción, y ambas modalidades afectan a personas de todos los grupos de edad.

He aquí los síntomas típicos de la depresión grave:

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  • Alteraciones marcadas en el ciclo del sueño.
  • Pérdida del apetito, de peso o de ambas cosas; o lo contrario, apetito excesivo y aumento de peso.
  • Sensación persistente de tristeza, ansiedad o «vacío» emocional.
  • Sentimientos de desesperanza y pesimismo.
  • Sentimientos de culpa, de devaluación y de impotencia.
  • Fatiga o falta de energía.
  • Pensamientos de muerte o suicidas; amenazas o intentos de quitarse la vida.

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Hay sin embargo, otras señales de alarma menos obvias, que nada tienen que ver con la tristeza y el retraimiento que la gente asocia normalmente con los deprimidos. Esas señales suelen ser tan sutiles y fugaces, que los familiares de la víctima las malinterpretan.

«Hasta los médicos llegan a pasar por alto esos síntomas o a restarles importancia», dice Ellen Frank, directora del Programa para la Prevención de la Depresión, de la Universidad de Pittsburgh. «Pero detectar a tiempo esos pequeños indicios puede constituir la diferencia entre morir y seguir viviendo».

Comportamiento extraño. ¿Cuáles son estas señales? La palabra clave aquí es cambio: algo insólito en la persona. Una simple diferencia en el comportamiento no forzosamente indica que hay depresión. No obstante, aconseja el doctor Goodwin, hay que actuar si alguien manifiesta en forma súbita o gradual alguno de estos síntomas:

Silencio repentino. Un jardinero neoyorquino de 54 años, que solía conversar a la hora de la cena con su esposa y sus dos hijos sobre los pormenores del día, de repente dejó de hacerlo. Noche tras noche, cenaba sin decir palabra, y cada vez que su mujer hacía alusión a su silencio, evadía el asunto y anunciaba que se iba a la cama.

Al ver que persistía en esa actitud, la señora le sugirió buscar ayuda, pero él se negó.

Por fin, dos meses después, tras leer un artículo periodístico sobre el diagnóstico de la depresión, el hombre buscó ayuda médica y al poco tiempo comenzó a tratarse. Hoy superada ya su grave depresión, admite que llegó a pensar en suicidarse.

Por lo regular, señala Ellen Frank, la persona deprimida se aparta de los demás y se entrega a pensamientos malsanos o de autocrítica. Pero suele ocurrir que se mantenga en contacto con el mundo aunque sea en forma mecánica, sobre todo en el trabajo, por lo que su alejamiento quizá no resulte tan evidente.

Reacciones exageradas. «Mi jefe no se acercó a saludarme», se quejó un hombre con su esposa después de una fiesta con gente de su oficina.

«Quizá esté enojado conmigo».

Ella le hizo notar que él tampoco había ido a saludar al jefe; que en la reunión había mucha gente y que aquel se había marchado temprano. Pero esto no lo consoló.

«Sin darse cuenta», explica el doctor Goodwin, quien atendió a este hombre, «la persona que siempre ha visto el vaso medio lleno empieza a verlo medio vacío, y las cosas que antes le parecían nimias empiezan a cobrar una importancia enorme y a ser motivo de preocupación».

Lapsos de olvido. Gary Martha Turner, de California, ex empleada de una compañía de fotocopiadoras, empezó a volverse cada día más olvidadiza. Tenía que abrir dos veces su agenda para recordar direcciones y compromisos, y en ocasiones hasta debía detener su auto a la orilla del camino para recordar a dónde iba.

«Le dije a mi médico que creía estar contrayendo el mal de Alzheimer», recuerda. «Luego de pedirme que contara al revés y que recitara algunos versos, me dijo: ‘Es sólo estrés. Regrese a su casa y descanse»‘. El médico no analizó el caso a fondo, y la señora Turner sufrió un ataque depresivo poco después. Por fortuna, se sometió a tratamiento y se recuperó.

Susceptibilidad. Una jefa de enfermeras de Morgantown, Virginia Occidental, conversaba en una ocasión con una enfermera cuyo marido no quería que trabajara de noche. En vez de analizar el problema, la jefa reaccionó enfurecida: «¿Qué le pasa a ese hombre? ¿Qué no sabe que las enfermeras trabajan de noche? ¿Para qué se casó entonces con una?»

La irritabilidad y la ira son máscaras con que las personas deprimidas ocultan su tristeza y su soledad.

Apatía incomprensible. Un hombre que era apasionado del teatro y del beisbol empezó a no querer salir y a volverse rutinario. Una noche en que su esposa le propuso que asistieran a una función, él se negó. Esta actitud era tan extraña en su marido que la mujer decidió consultar al médico de la familia, quien empezó a tratar de una depresión al hombre, luego de observar en él otros síntomas del mal.

«Una de las primeras señales de alarma es el hecho de que alguien que siempre ha sido activo y entusiasta pierda de pronto el interés y se refugie en lo cotidiano», advierte el doctor Goodwin.

Descuido de la apariencia. Bruce Arnow, director de una clínica de psicoterapia en Stanford, California, señala que un descuido repentino en el arreglo personal puede ser síntoma de depresión. «Hay que sospechar y entrar en acción si de la noche a la mañana a alguien que solía arreglarse y vestirse con esmero deja de importarle su aspecto y se vuelve desaliñado», dice Arnow.

Indecisión. A cierta mujer se le empezó a dificultar la elección de un plato del menú en los restaurantes. «Tú escoge por mí», le decía a su marido. De igual modo, cuando tenía en la mano el control remoto del televisor no se decidía por ningún canal.

La indecisión suele ir acompañada de falta de concentración, aunque a veces se presenta sola. En cualquier caso, tomar decisiones se vuelve una tarea agobiante.

Dolores inexplicables. Las personas deprimidas a veces se quejan de dolor de estómago, de espalda y de otros malestares que no ceden con ningún tratamiento.

Las quejas más comunes, señala el doctor Goodwin, tienen que ver con rigidez y dolores musculares, lo que muchas veces vuelve necesario un reconocimiento médico exhaustivo.

Mejoría engañosa. Hay personas  que pasan semanas o meses en el agujero negro de la desesperación y luego, inesperadamente, parecen salir  de él. Los familiares se sienten entonces aliviados, pues piensan que ya pasó lo peor.

De hecho, ese periodo puede ser el más peligroso y el que requiera sea señal de que, tras buscar en vano una salida a una supuesta situación desesperada, la persona ha decidido suicidarse, y esto le produce alivio.

Cómo ayudar. ¿Qué debe usted hacer si observa en algún familiar o amigo la presencia persistente de de uno o varios de estos síntomas?

Primero, hable de ello con la persona y trate de que le comunique sus sentimientos. De no lograrlo, dígale algo como: «Me haces recordar la ocasión en que estaba yo deprimido». Esto quizá la haga confiar en usted.

En segundo lugar, sugiérale que busque ayuda profesional. Si hace falta, concierte usted mismo una cita con un médico y acompáñela a verlo. Luego, cerciórese de que tome los medicamentos y de que acuda a las consultas posteriores.

Con antidepresivos, el individuo severamente deprimido empezará a mejorar al cabo de cuatro a seis semanas. Con psicoterapia tardará más. Muchos médicos combinan ambos tratamientos. Con todo, la persona puede tardar seis meses en recuperarse y quizá necesite seguir tomando fármacos.

En tercer lugar, bríndele apoyo emocional, pero no recurra a soluciones simplistas como decirle «Ya verás que mañana todo será mejor». Ayúdele a concentrarse en actividades que aún disfrute, y a evitar las que agudicen el trastorno. No eluda los temas espinosos al hablar con ella, pero sea comprensivo y aliéntela siempre a conservar la esperanza.

Sobre todo, no haga caso omiso de las amenazas de suicidio ni las alusiones a la muerte. Tómelas en serio; no son argucias para llamar la atención.

La depresión es una enfermedad invalidante, pero con la ayuda de familiares o amigos atentos y con el tratamiento médico adecuado, la mayor parte de la gente se restablece y vuelve a llevar una vida sana y productiva.