Esto lo Sabe Cualquier Triunfador

actitud, triunfador

Estás son algunas reglas que todo triunfador debe saber, por ejemplo, tienes que aprender a ser parte de un equipo, aceptar el cambio, la actitud es la clave de todo, entre otras.

Cuatro sencillas reglas pueden crear una actitud mental que lleva al éxito personal

Cierto verano, unos amigos nos invitaron a mi esposa, Chris, y a mí a recorrer un río en una balsa inflable. En nuestra expedición iban muchas personas acomodadas, de esas que tienen a su servicio gente que se ocupa de las tareas ingratas de la vida. Pero en los rápidos más peligrosos todos nos olvidábamos de nuestras pretensiones y nos concentrábamos en cada golpe de remo, para evitar que la balsa se volcara. Y cada noche, al instalar el campamento, todos acarreábamos provisiones y lavábamos platos.

En sólo dos días, el río nos había hecho iguales. Personas acostumbradas a que les sirvieran y les dieran gusto habian formado un equipo, y unían sus esfuerzos para sortear las impredecibles sinuosidades del río.

Estoy convencido: en la vida, igual que en los viajes en balsa, hay ciertas verdades que nos pueden llevar al éxito.

Aprenda a ser parte de un equipo. Toda mi vida he trabajado en equipo. He jugado al  baloncesto con deportistas que ahora pertenecen al Salón de la Fama, y el equipo que entreno actualmente, los Knicks de Nueva York, ha logrado vencer la adversidad en la que estaba sumido y convertirse en uno de los más importantes de los noventas.

Tengo la certeza de que el trabajo de equipo es la clave para que los sueños se vuelvan realidad. Todos jugamos en diversos equipos en nuestra vida: como parte de una familia, como ciudadanos, como miembros de una congregación o de una empresa. Y todo equipo tiene un pacto, escrito o tácito. Este pacto establece los valores y las metas de todos los integrantes del conjunto.

Por ejemplo, a finales de los años setenta la planta de General Motors en Fremont, California, fue escenario de una guerra entre los trabajadores y la administración. La desconfianza era tan grande que el contrato de trabajo constaba de centenares de páginas de enrevesado lenguaje legal. General Motors gastó mucho dinero tratando de actualizar la planta, pero la productividad y la calidad siempre dejaban mucho que desear. El ausentismo era tan alto que había días en que no podía ponerse en marcha la línea de montaje. Finalmente, a principios de los ochentas, General Motors cerró esa planta.

La empresa se convenció de que tenía que crear nuevos sistemas de producción basados en el trabajo de equipo. A mediados de los ochentas se asoció con Toyota para reinaugurar la planta de Fremont, y empezó con un contrato redactado en términos mucho más sencillos y breves. Prometió que se reducirían los salarios de los ejecutivos, y que en caso de considerar la posibilidad de un recorte de personal se les ofrecerían a los empleados los trabajos desempeñados por vendedores independientes. La lista de más de 100 clasificaciones de trabajo se redujo a sólo dos. En vez de llevar a cabo una sola tarea, los trabajadores accedieron a formar equipos pequeños y desempeñar diversas tareas,  a cada una de las cuales le dedicarían el mismo tiempo.

El ausentismo bajó alrededor de 85 por ciento. Actualmente, la planta genera cerca de .1300 empleos y vierte cientos de millones de dólares anuales en la economía local. Lo paradójico de todo esto  es que sacrificando pequeños intereses personales en favor del equipo, se cosechan mayores ganancias globales.

Acepte el cambio. Un amigo mío aprendió bien esta lección. A los 45 años, Lew Richfield sentía que le debía algo a su comunidad, así que se ofreció a trabajar gratuitamente, durante sus ratos libres, en un centro de prevención de suicidios. Los orientadores profesionales le dijeron que tenía un talento natural para trabajar con la gente, y lo alentaron a cultivarlo.

A pesar de su excelente trayectoria como asistente del presidente de una compañía multimillonaria, Lew se lamentaba de no haber asistido a la universidad. Así pues, a los 46 años vendió su casa, y junto con su esposa, Gloria, se inscribió en la universidad. Tras recibirse, ambos siguieron estudiando hasta obtener el doctorado, y después se dedicaron a la psicoterapia familiar. Lew ha escrito dos libros sobre el envejecimiento y las relaciones humanas, y es un hombre muy feliz.

Estoy convencido de que la vida es una sucesión de cambios, y aun que no sea claro en el momento en que ocurren, esos cambios nos ayudan a aprender y a crecer.

Cuídese de la complacencia. Cuando nos sentimos satisfechos de nuestros logros, tendemos a olvidar las penurias y la inseguridad de ayer, y a aceptar la ilusión de que la lucha ha concluido.

Los atletas profesionales conocen los peligros de la complacencia, tanto en la vida profesional como en la vida privada. Algunos, cuando llegan a la edad madura y ya no reciben elogios, optan por actividades de muy poca monta, y se han visto casos de franca decadencia a partir de ello.

Los que sobreviven son los que se preparan para el ocaso de la gloria. Como Dave Bing, que jugó con los Pistones de Detroit a mediados de los sesentas. A dos años de ingresar en la liga se convirtió en el principal anotador, y hoy se le considera uno de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos.

Bing siempre pensaba en el futuro. Antes de dedicarse profesionalmente al deporte, fue a la universidad. Como provenía de una familia humilde, sus consejeros académicos pensaron que fracasaría como estudiante, y le sugirieron que no emprendiera estudios superiores. Pero Bing no se dejó amilanar y siguió asistiendo a la universidad, aunque ya era jugador profesional. Durante los viajes que hacía, leyó ávidamente. Consiguió un empleo en un banco y después en una compañía acerera, cuando no era temporada de juego, y adquirió los conocimientos necesarios para ser un hombre de negocios. Hoy está convertido en uno de los empresarios negros más exitosos del país: es director general de tres compañías multimillonarias y tiene más de 300 empleados.

Siempre que dejamos de esforzarnos por ser mejores nos volvemos peores.

Recuerde: la actitud es madre de la suerte. Toda vida tiene sus reveses, y enfrentarlos es lo que nos mantiene vivos.

Jan Scruggs comenzó a aprender esta lección en mayo de 1969 en Vietnam del Sur, cuando su unidad de infantería fue atacada por los norvietnamitas. Scruggs tenía heridas de metralla tan graves que lo enviaron a su casa a recuperarse. Durante su breve estancia en Vietnam, más de la mitad de sus compañeros murieron o resultaron heridos.

Tras salir del ejército de Estados Unidos e ingresar en la universidad para estudiar orientación psicológica, Scruggs empezó a acariciar la idea de erigir un monumento a sus compañeros caídos, pero luego renunció al proyecto. Sólo pensaba en sus limitaciones: no tenía organización ni dinero.

Entonces, en 1979, vio una película muy impresionante sobre el efecto que tuvo la Guerra de Vietnam en un grupo de amigos que vivían en una ciudad pequeña, y no pudo dormir después de verla. Lo acosaba el recuerdo de sus compañeros caídos en combate.

Se decidió. Con su propio dinero registró el Fondo para el Monumento a los Ex Combatientes de Vietnam como una organización no lucrativa, y el 28 de mayo de 1979, diez años después de que lo hirieron en combate, dio una conferencia de prensa para anunciar sus planes. No tardó en reunir una tremenda fuerza voluntaria de recaudadores de fondos.

En julio de 1980, el gobierno de Estados Unidos escogió un sitio cercano al Monumento a Lincoln, en Washington, D. C., y les concedió a Scruggs y a sus voluntario un plazo de cinco años para reunir la suma necesaria para la construcción. Los ex combatientes y los familiares de los muertos le escribieron a Scruggs cientos de cartas de apoyo, y le enviaron todo el dinero que pudieron. El 13 de noviembre de 1982, tres años antes de la fecha límite, Jan Scruggs asistió a la ceremonia de inauguración del Monumento a los Ex Combatientes de Vietnam.

Estoy convencido de que los grandes logros de la vida ocurren cuando rechazamos el miedo paralizante al fracaso. Así pues, escuche usted la voz interior que le aconseja tener valor y refuerza su impulso vital y su capacidad. Si lo hace, tendrá en sus manos el poder de los ganadores.