La Fórmula del Éxito en Seis Lecciones

Estos consejos de hombres y mujeres europeos que se han formado a sí mismos.

Todo el mundo cree que la clave del éxito está en obtener un grado académico en una institución de renombre. Sin embargo, muchos hombres y mujeres europeos que se han hecho ellos solos y han triunfado sostienen lo contrario. Por propia elección u obligados por las circunstancias, desafiaron la prudencia tradicional e hicieron carreras sin títulos ni diplomas.

Entre ellos se cuentan personas como Jean Monnet, uno de los fundadores de la Comunidad Económica Europea, quien dejó de estudiar a los 16 años de edad. «Nunca me gustó la escuela», reconocía. Un caso parecido es el de Richard Branson, presidente del Consorcio Virgin, de Gran Bretaña (cuyo valor supera los 2000 millones de dólares), quien decidió dar por terminada su instrucción formal a los 15 años. «La mayor parte del trabajo escolar me parecía una pérdida de tiempo», observa.

Otros querían seguir estudiando, pero tuvieron que ponerse a trabajar. Francois Pinault se vio obligado a dejar la escuela pata ayudar a atender el aserradero de su familia. Hoy dirige el Groupe Pinault, una de las mayores compañías de Francia, con más de 50,000 empleados en 30 países. Los planes de Olay Thon, número uno entre los magnates de los bienes raíces de Noruega, eran estudiar medicina, pero lo necesitaban en la granja familiar.

Sin duda los estudios superiores pueden facilitar mucho el ascenso a la cumbre, pero un buen número de europeos han llegado a ella subsanando la falta de instrucción con su capacidad personal y su sentido común. He aquí seis lecciones tomadas de su experiencia.

1. Aproveche la escuela de la vida.

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De niño, Heinz Greiffenberger soñaba con llegar a ser ingeniero. Pero en 1952, a los 14 años, este hijo de un alemán oriental pobre emigrado a Hamburgo tuvo que abandonar la escuela, lo que dio al traste con el sueño de su infancia. Sin embargo, desempeñando trabajos eventuales ahorró lo suficiente para comprar un pasaje de tercera clase a Japón. Tenía entonces 24 años. «Simplemente sentía curiosidad por ese país», explica. «En aquella época estaba muy extendida la idea de que los japoneses no podían hacer más que copias de mala calidad. Yo no creía que eso fuera cierto, así que estudié sus métodos de fabricación y comprobé que podían producir artículos excelentes».

Cuando Greiffenberger regresó a Alemania Occidental, su conocimiento de primera mano tanto de la cultura como de los hábitos de trabajo japoneses le permitió conseguir financiamiento para abrir una compañía distribuidora de los productos de Matsushita Electric. Después de dirigirla por espacio de siete años, en 1981 la compró, y desde entonces no ha dejado de ampliar su campo de actividad. Actualmente la empresa Greiffenberger AG se especializa en productos eléctricos y de acero, así como en maquinaria procesadora de lámina metálica. En 1993 logró ventas por más de 165 millones de marcos.

«Con frecuencia el camino no trillado es el mejor para alcanzar el éxito», señala Greiffenberger, «aun cuando buena parte de los cursos superiores de hoy en día les enseñen a los jóvenes a preferir lo seguro y lo conocido». El empresario recomienda a los estudiantes que dediquen un año a viajar o que lleven a la práctica algún proyecto difícil en el Tercer Mundo.

En 1963, cuando Francois Pinault, entonces de 26 años, fundó una fábrica de productos de madera en su natal Bretaña, tuvo que preguntarle a su contador cómo se leía un balance. «Lo cierto es que uno nunca deja de aprender de los demás», comenta. «Con pocos estudios y ningún capital, lo único que tenía yo en aquel entonces era mi decisión de superar a la competencia.

De manera que aprendió cuanto pudo de las personas que iba conociendo. Mientras algunos de sus amigos continuaban con su instrucción formal, él platicaba con los obreros de la fábrica. «Así aprendí a entablar con mis empleados las buenas relaciones que aún tengo con ellos, lo cual representa una enorme ventaja para quien dirige una empresa multinacional».

Marie-Luise Günther tuvo que abandonar la escuela a corta edad para ganar dinero. A los 15 años comenzó a trabajar como vendedora en la tienda de artículos eléctricos de su padre, en Kempten, población de lo que entonces era Alemania Occidental. No tardó en aprender, de su padre y de los amigos de él, los rudimentos de la administración de empresas. Tenía 20 años cuando llamó resueltamente por teléfono a Berlín, a la oficina central de la agencia de empleos eventuales más grande de Alemania y, gracias a su habilidad persuasiva, consiguió un puesto en la sucursal de la agencia en Nuremberg, el cual aprovechó como «escuela de administración».

«Estaba convencida de que podía aprender el negocio observándolo con detenimiento», cuenta, «así que me fijé en todo lo que hacía el gerente e imité su forma de trabajar». Aprendió tan de prisa que al cabo de dos años ya era gerente de ventas de ocho sucursales. A los 24 años renunció, y en 1981 abrió en Munich su propia agencia de colocaciones eventuales, el Sistema de Servicio a Oficinas Günther, que hoy tiene sucursales por todo el país.

«Saber aprender de los demás es una de las claves para destacar», asegura esta empresaria, actualmente de 40 años de edad.

2. Elija un trabajo que le guste.

El trabajo arduo y la voluntad firme son condiciones necesarias para triunfar.

«Pero el éxito también es fruto de dedicarse a lo que a uno le gusta», señala Sylvia Tóth, entusiasta presidenta de Content Beheer N.V., la firma que encabeza el negocio de los recursos humanos en Holanda. Según cuenta, en su juventud, al poco tiempo de estar trabajando para una agencia de empleos eventuales, le ofrecieron el puesto más alto. Ella creía que le faltaba la experiencia necesaria para dirigir una compañía que tenía 15 sucursales en el país. Pero el trabajo consistía básicamente en tratar con gente, y eso era lo que le gustaba. «Comprendí que tenía que hacer la prueba», recuerda. Y todo salió tan bien que, a mediados de los años ochenta, se asoció con unos colegas, adquirió la empresa y emitió acciones, lo que la convirtió en la única mujer que encabeza una firma inscrita en la bolsa de valores de Holanda.

«Amar Io que hacemos reviste tanta importancia que debe ser nuestra primera consideración cuando nos iniciamos en una actividad profesional», declara. «Al principio no hay que preocuparse por el salario; lo que importa es encontrar un lugar donde se esté a gusto. Más adelante, cuando uno se enamora de lo que hace, el dinero y el éxito casi siempre vienen solos».

En ello está de acuerdo Richard Branson. «He trabajado prácticamente día y noche desde que cumplí 15 años», dice, «pero cuando lo que uno hace es como un pasatiempo, no cuesta trabajo». Branson, uno de los multimillonarios más jóvenes de Gran Bretaña a la edad de 44 años, asegura que hacer dinero nunca ha sido su principal objetivo; sencillamente se entregó en cuerpo y alma a los proyectos que lo entusiasmaban. «Muchos empresarios ingleses abandonaron la escuela a los 15 o 16 años», apunta. «Una de las ventajas de comenzar joven es que casi siempre se dedica uno a algo que lo fascina. Esa es la mejor receta para triunfar: hacer cosas que lo entusiasmen a uno. El dinero llega después, por añadidura».

3. Sea flexible.

Los europeos que han triunfado no ven en el cambio un enemigo, sino un aliado muy útil. Durante su primera juventud en París, Gilbert Trigano anhelaba hacer carrera en las tablas y en el cine. Estudió actuación, y recorrió las provincias francesas como miembro de una compañía teatral ambulante. Luego lo contrataron para una película, pero estalló la Segunda Guerra Mundial y lo llamaron a filas. Terminada la guerra entró a trabajar en la fábrica de lonas impermeables de su familia, y ya nunca volvió a actuar. En 1954 se incorporó a una empresa recién creada que vendía una novedosa modalidad de vacaciones, y al cabo de dos años llegó a dirigirla. Actualmente, el Club Méditerranee posee más de 110 aldeas vacacionales por todo el mundo. Gilbert Trigano, hoy de 74 años de edad, se retiró en noviembre de 1994, después de 40 años al timón de la empresa. «Si no hubiera sido por la guerra, hoy sería actor o director de cine», comenta. «Naturalmente, no me arrepiento del cambio. Por el contrario, la flexibilidad es la técnica que más empleo en mis transacciones comerciales. La flexibilidad, tanto en las negociaciones como en la actitud personal, engendra triunfadores».

4. Arriésguese con cautela.

El triunfo es a menudo la recompensa de quien sabe arriesgarse. Cuando tenía 30 años, Peter Rigby había logrado con su dedicación al trabajo dejar muy atrás su adolescencia pobre en Liverpool, y disfrutar de una situación holgada con su empleo en una importante compañía estadounidense de computadoras. Además de un sueldo seguro, su empleo le proporcionaba automóvil y posición social. Sin embargo, como en esa empresa ya no podía subir más, decidió trabajar por su cuenta. Era padre de dos niños y sobre su casa pesaba una hipoteca, pero se arriesgó a seguir una corazonada en la que mucho había pensado. En aquel tiempo las computadoras personales se consideraban un simple juguete, pero Rigby preveía que a la larga iban a ser un negocio redondo. Durante los primeros años apenas salió adelante, pero siguió visitando posibles clientes, hasta que un buen día comenzaron a llegar los pedidos. Rigby había tenido razón, y hoy en día, a los 51 años, es dueño de Specialist Computer Holdings, distribuidora de computadoras personales, y uno de los hombres más ricos de Gran Bretaña.

Richard Branson decidió abrir una aerolínea poco después de la estrepitosa bancarrota de Freddie Laker, empresario de los vuelos chárter. Rememora Branson: «Quizá haya parecido una locura, pero yo estaba seguro de que aún había mercado para una línea aérea que  prestara un servicio trasatlántico de calidad».

Dos de sus colaboradores más cercanos quedaron consternados. Por entonces la compañía Virgin se dedicaba a la producción de discos fonográficos, y Branson desconocía totalmente el negocio de las aerolíneas. Si la nueva empresa fracasaba, argumentaron, pondría en peligro las  utilidades de Virgin, e incluso podría llevarla a la quiebra. Eso era cierto, pero Branson llegó a un arreglo con la compañía Boeing que aminoró los riesgos: si la aerolínea no daba resultado, devolvería su primer jet 741 pagando una pequeña multa. Así el directivo pudo dedicar toda su atención al triunfo de su arriesgada empresa. Llegado 1993, los 16 aviones de Virgin Atlantic Airways trasportaron a más de 2 millones de pasajeros. «Hay que estar consciente de las desventajas», aconseja Branson. “El buen hombre de negocios no es el que corre los  mayores riesgos, sino el que le apuesta a lo seguro».

5. Convierta las desventajas en ventajas.

¿Podría la falta de educación superior, en ciertos casos, redundar en favor de uno? Francois Pinault así lo cree. «Cuando uno ha tenido que dejar la escuela, pasa el resto de su vida compensando esa deficiencia», observa. «Y sabe lo importante que es mantenerse con los ojos y los oídos bien abiertos». Después de más de 30 años dedicado a los negocios, Pinault tiene la impresión de que si se pasan largos años en la escuela se embotan facultades innatas como el instinto y el buen olfato. «Quienes se han formado a sí mismos», añade, «toman decisiones con mayor rapidez, porque aprovechan cualidades que por lo general no se adquieren en la escuela, tales como carácter, tenacidad y determinación».

Olay Thon recuerda complacido cómo las aptitudes que adquirió en la «escuela de la calle», en Oslo, lo ayudaron a iniciar en los años cincuenta su emporio de los bienes raíces. EI control impuesto al alquiler de inmuebles en Noruega durante la Segunda Guerra Mundial había reducido las utilidades de los arrendadores, de modo que la gente prefería guardar su dinero en el banco antes que invertirlo en bienes raíces. Thon, seguro de que las restricciones legales acabarían por desaparecer, se puso a comprar a precios irrisorios, edificios comerciales ubicados en el centro de la ciudad. En poco tiempo llegó a poseer más de un centenar de magníficos inmuebles.

¿Por qué otros no hicieron lo mismo? «Supongo que tenían tan poca imaginación que no vieron algo que saltaba a la vista», responde Thon en tono meditativo, y añade que el exceso de formación académica a veces da a la gente un criterio estrecho que no corresponde a la vida real. Actualmente las acciones de Thon Eiendomsselskap a/s, la mayor empresa inmobiliaria del grupo que dirige Thon, son de las más apreciadas en el mercado de valores de Oslo.

6. Actúe; no titubee.

Los europeos triunfadores no tienen tiempo para dudar de su propia capacidad. «Lo peor que le puede pasar a quien carece de grados académicos es llevar toda su vida a cuestas un complejo de inferioridad», afirma Heinz Greiffenberger. «Las personas sin títulos universitarios deben tener en cuenta que la experiencia profesional es muchas veces tan valiosa como los estudios superiores». Cuando Greiffenberger contrata empleados para sus compañías, espera que los candidatos tengan una personalidad fuerte y creativa, y suficiente sentido del humor para salir adelante en tiempos difíciles. Si además de todo eso tienen un grado universitario, tanto mejor.

También Gilbert Trigano se declara el contra de toda forma de pesimismo. «Una de las normas que han regido mi vida es jamás desistir ni desanimarme cuando las cosas marchan mal. Es necesario reconocer los errores, analizar sus causas y empezar otra vez. Nada se gana con lamentarse».

Cuando Francois Pinault contrata personal para sus empresas, busca individuos que no se conforman con dejar las cosas como están, que comprenden la necesidad de comenzar de nuevo todos los días. A los jóvenes que inician su vida profesional les recomienda: «Cuando conciban un proyecto que quieran poner a prueba, dedíquenle todos los esfuerzos de que sean capaces. El peor de los fracasos es no haberse atrevido a intentar».

Olay Thon se inició en los negocios desde niño, recogiendo bayas en el bosque para venderlas en las calles de la ciudad. Cuando oye a los jóvenes quejarse de que ya no hay oportunidades, recuerda lo que le enseñó ese primer trabajo, y dice: «En el bosque todavía abundan las bayas. Los que hoy van a recogerlas y las venden a quienes se quejan de que no hay nada que hacer, son los triunfadores del mañana».