Pruebas Decisivas que debes realizar en una Contratación

contratación, trabajo, entrevista, pruebasJack Welch nos habla en su libro «GANAR» (WINNING) sobre tres pruebas decisivas que deben llevarse a cabo antes de plantearse una contratación.

Para triunfar lo más importante es conseguir el personal adecuado. Ni las estrategias más astutas ni la tecnología más avanzada pueden ser eficaces si no hay personas capacitadas para ponerlas en práctica.

Antes de plantearse una contratación, el candidato en cuestión debe pasar tres cribas. Es esencial que estas pruebas se realicen al inicio del proceso de contratación, no cuando se está a punto de firmar el contrato.

La primera prueba se ocupa de la integridad.

La integridad es un término algo confuso, por lo que me atengo a mi definición. Las personas íntegras dicen la verdad y mantienen su palabra; se hacen responsables de sus acciones pasadas, admiten los errores y los solucionan; conocen las leyes de su país, de su industria y de su empresa (tanto en su teoría como en su espíritu) y las cumplen. Juegan para ganar limpiamente, según las reglas.

¿Cómo puede probarse la integridad? Si el candidato procede del interior de la compañía, es fácil; se le ha visto en acción o se conoce a alguien que lo ha hecho. Si procede de fuera, habrá que confiar en su reputación y sus referencias. Pero éstas no son fiables cien por cien; por ello también habrá que confiar en nuestro instinto. ¿El candidato parece una persona genuina? ¿Admite errores abiertamente? ¿Habla sobre su vida con sinceridad y discreción a partes iguales?

Con el tiempo, muchos de nosotros desarrollamos un instinto que identifica la integridad. No hay que temer utilizarlo.

La segunda prueba se ocupa de la inteligencia.

No significa que una persona haya leído a Shakespeare o sea capaz de resolver complejos problemas de física. Se refiere a que el candidato debe poseer una gran curiosidad intelectual y una amplitud de conocimientos que le permitan trabajar, o dirigir a otros para que lo hagan, en el complejo mundo actual.

En ocasiones se confunde la formación académica con la inteligencia; sin duda, así lo hice yo al inicio de mi carrera. Sin embargo, con la experiencia aprendí que la gente inteligente proviene de muchas escuelas. He conocido a personas brillantes procedentes de Harvard o Yale, pero algunos de los mejores directivos con los que he trabajado habían estudiado en universidades menos conocidas, como la Universidad Bryant de Providence, Rhode Island, o la Universidad de Dubuque en Iowa.

La formación académica de un candidato es sólo una parte del conjunto, especialmente en lo que a inteligencia se refiere.

La tercera prueba es la madurez.

La madurez no es una cuestión de edad. Ciertos rasgos parecen indicar si alguien la posee: la persona en cuestión puede soportar la presión, gobernar el estrés y los reveses y, cuando esos maravillosos momentos se presentan, disfrutar del éxito con dosis iguales de alegría y humildad. Las personas maduras respetan las emociones ajenas. Se sienten seguras, pero no son arrogantes.

También suelen tener un gran sentido del humor, sobre todo hacia ellas mismas.

Como sucede con la integridad, no existe una prueba que identifique la madurez. De nuevo deberemos fiarnos de las referencias, la reputación y sobre todo, de nuestro instinto.