Cómo evitar que una Crisis Personal Arruine tu Carrera Profesional

¿Es posible desempeñarse bien en el trabajo cuando se sufre una desgracia? Sí. Quienes lo han logrado le dicen cómo.

Ken Scott estaba visitando a un cliente fuera de la ciudad cuando recibió una llamada telefónica de su casa. Era su mujer, Karen, quien le hablaba para avisarle que una radiografía que acababan de tomarle mostraba que tenía un bulto sospechoso en el pecho. Para Scott, de 39 años de edad, director de una empresa de relaciones públicas, comenzaron ocho meses de angustiosa espera, durante los cuales su esposa habría de debatirse con la enfermedad de Hodgkin, un cáncer de los ganglios linfáticos.

“En cuanto colgué el teléfono salí para el aeropuerto y tomé el primer avión a casa”, recuerda Scott. “En tiempos de crisis, la familia es primero. Pero al ver que las dificultades no se iban a resolver en una semana ni en un mes, comprendí que, a pesar de todo, debía seguir al frente del negocio. Abandonar el trabajo en una situación así no ayuda en nada a la familia”.

Scott es tan sólo un ejemplo de los millones de personas que, en medio de las mayores tribulaciones, han tenido que seguir trabajando. Debe tenerse en cuenta que, sea cual sea la desgracia personal —una enfermedad, la muerte de un ser querido, el divorcio, la pérdida de la casa en un incendio—, las presiones emocionales y prácticas que impone una situación como éstas no desaparecen durante el horario de trabajo.

¿Cómo podemos mantener entonces el delicado equilibrio entre la vida profesional y la vida privada en circunstancias como las descritas? Los expertos, y quienes han salido airosos de alguna crisis, nos dan los siguientes consejos:

1. Informe de su situación a quienes deban estar enterados.

crisis, personal, trabajo La persona que debe conocer la noticia antes que nadie es su jefe inmediato o, si usted es el jefe, sus colaboradores más cercanos.

Rose Glennon, quincuagenaria curadora de un museo de arte, no se atrevía a decirle a su jefe que su hermana se estaba muriendo de leucemia en otra ciudad. “Prefiero dejar mis dificultades personales fuera de la oficina”, explica.

Lo cierto es que, como su padre había muerto tres meses antes, ella ya se había tomado los días de permiso por luto a que tenía derecho. Lo de su hermana probablemente iba a exigirle salir otra vez de la ciudad de improviso. “Sabía que debía decir a mi jefe cuanto antes”, continua Glennon. “Las personas que cuentan con una deben estar enteradas de lo que ocurre”.

Fue un gran alivio para ella conversar con su jefe, quien la autorizó a tomarse el tiempo que hiciera falta para atender a su hermana. “Cuando se está pasando por algo así”, comenta Glennon, “es maravilloso saber que los compañeros de trabajo se preocupan por una”.

Wolf Rinke, presidente de una empresa de asesoramiento, señala que, en la mayoría de los casos en que se tienen problemas personales graves, hablar con franqueza de ellos es el mejor camino. “Si bien es cierto que a veces leemos horribles noticias de personas que han sido despedidas por enfermarse, eso no ocurre con frecuencia. En realidad, en estos casos necesitamos el apoyo de los compañeros de trabajo, quienes no podrán ayudarnos si no saben lo que está pasando”.

2. Discurra un plan para responder preguntas y resolver dudas.

«Ensaye delante de un amigo o de su pareja lo que va a decir en el trabajo», recomienda Robert Bolton, administración. “Por comprensivo que sea un jefe, no hay que olvidar que las empresas están para producir. Sin duda sus superiores y compañeros querrán saber cómo hará usted para cumplir con sus obligaciones”.

Pongamos por ejemplo el caso de una periodista a la que llamaré Sarah Jonas, cuyo amargado ex marido comenzó a hostigarla sin tregua. Ella se puso a pensar en las preguntas que le harían sus superiores cuando les dijera que estaba en dificultades. “No quería decírselo al director del periódico», cuenta, “para no dar la impresión de que había perdido las riendas de mi vida. Lo malo es que empecé a dedicar mucho tiempo a consultar abogados y a tramitar órdenes judiciales de protección que prohibieran a mi ex marido acercarse a mí. Llegó el momento en que mi jefe debía saber lo que estaba pasando”.

La víspera del día en que pensaba hablar con mi jefe, Jonas preparó una lista de las preguntas que creía que él podría hacerle. “Pensé que querría saber si estaba yo en condiciones de concentrarme en el trabajo, y si no habría peligro en que me mandara sola a cubrir alguna noticia. Y efectivamente me hizo estas preguntas”.

Joas ya tenía preparadas algunas respuestas y sugerencias. Propuso,  por ejemplo, que se le permitiera usar un coche del periódico para que su ex marido no lo reconociera. “Me ofrecí a pagar el seguro y las reparaciones del coche, pero mi jefe me dijo que no me preocupara por eso; que el periódico me ayudaría a desempeñar bien mi trabajo dadas mis difíciles circunstancias”.

Al día siguiente, Jonas tuvo un motivo más para estar contenta de haber ventilado el asunto. Su ex marido le escribió una carta al director de personal del periódico, instándolo a despedirla porque, según él, su ex mujer había sufrido un colapso nervioso y necesitaba ser atendida en una institución psiquiátrica. “Mi jefe mandó tirar la carta a la basura. Si yo no hubiera hablado con él el día anterior, las cosas se me habrían complicado mucho”.

La psicoterapeuta Linda Barbanel advierte que los chismes de oficina suelen empeorar la situación. “En el trabajo se nota cuando uno está en dificultades. Si se prevé que el problema va a prolongarse mucho tiempo, conviene tener explicaciones preparadas para cuando los compañeros empiecen a hacer preguntas”.

3. Acepte ayuda de sus compañeros si se la ofrecen.

El peluquero Nicholas Modlin se enorgullecía de no aceptar favores de sus compañeros de trabajo… hasta que lo atropelló un coche. “El médico me dijo que me había salvado de milagro”, recuerda. “Pero tenía varias fracturas en el hombro, y en el trabajo tenía que usar los brazos diez horas al día”.

No obstante el dolor, Modlin regresó al salón de belleza a las dos semanas de haber sido operado, con el brazo en un cabestrillo. “Todavía me sorprende la infinidad de cosas que hacían mis compañeros por mí a lo largo de la jornada, desde servirme el café hasta llamarme taxis. Los clientes fueron también muy comprensivos. Me di cuenta de que los demás aprecian que uno se esfuerce al máximo, aunque no pueda trabajar con la eficiencia acostumbrada”.

4. Recuerde que no es malo refugiarse en el trabajo.

“La mayoría de la gente cree que es imposible concentrarse en el trabajo cuando algo anda mal en otras esferas de su vida”, dice Rinke. “Sin embargo, el trabajo encauza nuestras fuerzas hacia lo que sabemos hacer bien y nos distrae de nuestras demás preocupaciones”.

Después de divorciarse, Katie Johnson, de 51 años de edad y madre de dos hijos, volvió a conseguir empleo de maestra, aun cuando no se sentía del todo segura de su capacidad para desempeñar bien el trabajo. “La enseñanza exige un tremendo esfuerzo emocional”, comenta. “Sin embargo, regresar a las aulas fue maravilloso para mí. El orgullo que me da mi trabajo me ha ayudado a ver con la debida perspectiva los demás aspectos de mi vida”.

5. Busque apoyo emocional fuera de su lugar de trabajo.

Aunque el trabajo pueda ser un solaz para quien tiene dificultades,  no es aconsejable atenerse al apoyo emocional de los compañeros.

Durante la jornada de trabajo en el museo, Rose Glennon casi no hablaba de los sentimientos que le inspiraba la enfermedad de su hermana. “Cuando las emociones son abrumadoras, hay que recurrir a los seres queridos, no a los colegas”.  Linda Barbanel aconseja no esperar ayuda de los compañeros para resolver sus problemas personales. “Y si la familia y los amigos no le dan el apoyo necesario”, añade, “haría usted bien en buscar atención profesional. Hay que mantener el equilibrio y no permitir que nuestra vida privada se manifieste demasiado en el trabajo”.

Rinke advierte que quienes atraviesan una crisis pueden volverse susceptibles. “Hay que tener cuidado de no desahogar la angustia y el enejo en los compañeros”, dice el experto, cuya esposa ha sobrevivido a dos episodios de cáncer. “A nadie le gustaría que uno le gritara por no haber sacado una fotocopia, cuando lo que en realidad sucede es que uno está aterrado por la enfermedad de su esposa».

6. Pasada la crisis, sepa agradecer los favores.

La gente a menudo descuida su deber de agradecer el apoyo o la ayuda recibidos en los momentos de angustia, pues lo que quiere es olvidarse cuanto antes de la mala experiencia. No obstante, a todos nos gusta que nos den las gracias. Si usted no puede expresar su gratitud con palabras, o si se le dificulta escribir cartas, demuéstrela con actos.

Después del entierro de su hermana, Glennon se quedó diez días más con su familia para hacerle compañía. Al regresar al museo, trabajó jornadas más largas para compensar sus días de ausencia. “Nadie me lo pidió, pero yo quería agradecer a los demás lo mucho que me habían ayudado, y trabajar horas extras era mi mejor manera de hacerlo”.

“No hay mejor agradecimiento que decir: ‘Yo espero esa llamada; tú vete a casa’”, dice Rinke. “Hay que devolver de alguna manera lo que se ha recibido”.