Jugar a Ganar

En la vida hay que Jugar a Ganar, debemos arriesgarnos y estar dispuestos a fracasar para obtener lo que deseamos.

La verdad contundente es que la habilidad más importante para toda persona que actualmente “llega a trabajar” no tiene nada que ver con las ventas, los clientes o los negocios. La destreza más importante que podemos aportar al trabajo es la de prosperar en una era llena de desafíos. Como gerente general, ¿qué clase de personas deseo contratar? Personas que tengan valentía y creatividad para inventar el futuro, que no se sientan amenazadas por el cambio sino que florezcan en él. Como gerente de ventas, ¿qué clase de personas busco? Personas que puedan enfrentar los desafíos planteados por los clientes, personas que tengan la capacidad de crear nuevas relaciones de asociación.

Por supuesto que se necesitan destrezas, conocimiento y experiencia para trabajar a esos niveles. Pero los fundamentos gemelos sobre los cuales se apoya todo lo demás son la valentía y la creatividad. Juntos constituyen la habilidad que hemos denominado “jugar a ganar”. Cada uno de nosotros está dotado de esa capacidad; tenemos lo que se necesita para prosperar, florecer y crecer en estos tiempos. Muchas veces sólo necesitamos que nos recuerden esa verdad.

¿Cómo lo sé? Permítaseme explicar:

winning, ganar, jugar a ganarUna de las actividades al aire libre que realizamos en Pecos River es la del “poste”. Es un poste telefónico de ocho metros de altura con peldaños laterales y un disco en el extremo superior. Los participantes utilizan un arnés unido a tres lazos de seguridad que los integrantes del equipo se encargan de sostener. Cada persona debe trepar por el poste, pararse en el extremo superior y luego lanzarse (cae sólo 15 centímetros). Después es bajada suavemente con la ayuda de los lazos.

Sé que suena sencillo (¡y también un poco descabellado!); sin embargo, esta actividad simple nos ha enseñado mucho acerca de las capacidades básicas que todos tenemos y que necesitamos hoy más que nunca.

En 1985, cuando comenzamos a utilizar estas aventuras al aire libre en nuestros programas, desconocíamos el manantial que estábamos a punto de destapar. Yo había pasado los últimos veinte años enseñando en ambientes tradicionales de estudio y dando conferencias sobre motivación. Creía que comprendía bastante bien las cosas que motivan a la gente. Pero no estábamos preparados para el genio que íbamos a liberar durante esos días de aprendizaje con las actividades al aire libre. A través de los años, hemos tratado de comprender la razón por la cual las actividades como la del poste son tan poderosas, memorables y hasta transformadoras. ¿Se debe simplemente a la descarga de adrenalina, de las endorfinas generadoras de una sensación de bienestar? ¿Se trata de la presión del grupo que obliga a la gente a hacer cosas que no habría imaginado jamás?

Tras años de reflexión, he llegado a la conclusión de que todos hemos sido dotados de valentía y creatividad, pero perdemos contacto con esas habilidades porque la vida diaria no nos presenta los desafíos necesarios para sacar a relucir el valor, la pasión y la creatividad. Por tanto, de vez en cuando necesitamos una llamada que nos haga despertar y recordar lo que somos y lo que podemos lograr. El poste y otras actividades semejantes hacen las veces de esa llamada.

Esto es lo que hemos aprendido.

Cuando les explicamos la actividad del poste a los participantes, éstos nos miran incrédulos: ¿Esperan que yo haga eso? Pero tras meditarlo un rato, el 99 % de las personas con quienes hemos trabajado se han decidido a ensayar — a tratar de llegar lo más alto posible.

Primera lección. Los desafíos nos animan y nos impulsan a ensayar cosas nuevas, a obligamos a ir más allá de lo que nos creemos capaces.

Los participantes se ponen el arnés, nosotros verificamos que todo esté en orden y, uno por uno, comienzan a trepar. En algún punto, la mayoría de las personas se estrellan con un muro de temor ante el cual se congelan, a pesar de saber que están sujetas por tres lazos de seguridad y no pueden caer más de quince centímetros.

Segunda lección. La mayoría de las veces, los muros de temor, las barreras que no osamos pasar, no tienen asidero en la realidad objetiva sino que son producto de un temor subjetivo que generalmente no es razonable.

La gran mayoría de las personas, una vez que han comenzado a subir, deciden ahuyentar el miedo y subir más alto. Algunas veces suben unos cuantos centímetros más, otras llegan hasta el extremo superior. La distancia recorrida no importa. El hecho es que van más lejos de lo que se creían capaces, y eso se convierte en una metáfora para ellas: Si pude superar el temor que sentí en el poste, el temblor, el pánico, ¿cuáles otros temores podré vencer? ¿Cuáles obstáculos de la vida real que me han paralizado de miedo hasta ahora podré vencer?

Tercera lección. Todos somos capaces de hacer mucho más de lo que creemos. Bajo presión, todos tenemos más perseverancia, creatividad y valentía de lo que creemos.

Mientras todo eso sucede en el poste, la gente que está abajo, los compañeros de grupo que quizás conocieron al escalador ese mismo día, gritan, dan voces de aliento y mantienen toda su atención puesta en apoyar a la persona que lucha con el poste. La gente suele comentar que la experiencia de apoyar la lucha de otra persona por conquistar el poste es más poderosa y gratificante que el logro personal.

Cuarta lección. Dadas las circunstancias correctas, todos tendemos a apoyamos mutuamente, a mostrar empatía y a hacer lo necesario para ayudar a quien necesita y solicita esa ayuda. Es asombroso lo que se puede lograr cuando nos unimos para apoyarnos mutuamente.

El poste es una metáfora adecuada para la época en que vivimos: Para prosperar, cambiar y crecer en tiempos de aguas turbulentas permanentes, debemos disfrutar los retos y estar dispuestos a correr los riesgos. Esto implica vencer nuestros temores, muchos de ellos absurdos, esas voces interiores que nos empujan a evitar el fracaso y el rechazo a toda costa. Necesitamos confianza para creer que podemos hacer y ser más de lo que creemos. Por último, necesitamos saber que podemos lograr mucho más con el apoyo de otros en lugar de tratar de actuar solos.

Los seres humanos son asombrosos. Se ponen a la altura de la responsabilidad que se les exige. En la adversidad, nueve de cada diez veces, si tienen buen ánimo y buen espíritu, logran salir adelante. Algunas veces sucede que han estado esperando el permiso para salir del cascarón.

— Jim DeLong, de Miles, Inc.,

División Agrícola

Esas habilidades son esenciales para el éxito y la realización en el mundo de hoy. Ésta no es una época para cobardes. Son tiempos para personas audaces, aventureras y emprendedoras.

Emprendedor: El que organiza y maneja una empresa, especialmente un negocio, por lo general con considerable iniciativa y valor.

La característica común de las personas emprendedoras es su noción de poseer un potencial personal ilimitado. Por lo general tienen una enorme capacidad de “recuperación”. Cometen errores, en algunas ocasiones toman un camino equivocado, pero siempre regresan rápidamente al juego. Asumen la responsabilidad de los resultados, sean buenos o malos. Por último, no les temen a los riesgos.

Los psicólogos no han llegado a un acuerdo acerca de si la tolerancia del riesgo y otros rasgos de la persona emprendedora son genéticos, aprendidos, o una combinación de ambas cosas. En todo caso, donde quiera que nos encontremos en el espectro de la tolerancia del riesgo, para realizarnos y tener éxito en el mundo de hoy debemos empujarnos para ir lo más lejos posible. Debemos arriesgarnos a sentirnos mal, debemos estar dispuestos a fracasar para obtener lo que deseamos.