Cómo Hacer Realidad tus Sueños o Anhelos

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Aquí nos enseña que tenemos que hacer para alcanzar nuestros sueños, nuestros anhelos sin complicarse la vida.

Mi amigo Don se consideraba músico. En la escuela de enseñanza media tocaba el pandero y, según recuerdo, no tenía mucho talento. También se creía cantante, pero era muy desentonado.

Pasaron los años y dejamos de frecuentarnos. Ingresé en la universidad y realicé después estudios de posgrado. Pasé a ser profesor de filosofía en la Universidad de Notre Dame. Don siguió soñando con ser cantante y compositor, y se mudó a Nashville.

Una vez allí, estiró hasta donde pudo sus limitados recursos. Se compró un auto usado y dormía dentro de él. Se consiguió un empleo nocturno para poder visitar las compañías disqueras durante el día. Aprendió a tocar la guitarra. Pasaron los años y Don no dejó de componer canciones, ni de practicar y llamar a todas las puertas.

El día menos pensado recibí un telefonema de un amigo mío que también conocía a Don.

—Escucha esto —me pidió, y acercó el auricular a las bocinas de su equipo de sonido. Oí una canción que me gustó, interpretada por un buen cantante—. Es Don. Está trabajando para Discos Capítol. Esa pieza se encuentra entre las favoritas de música country. ¿Qué te parece?

No podía creerlo. Don había compuesto y grabado una canción. Había alcanzado su meta.

Luego, otro amigo me preguntó si ya estaba enterado de que Kenny Rogers había grabado una de las canciones de Don. The Gambler (“El jugador”) era el título de la canción que daba nombre a uno de los álbumes de música country de mayor venta en ese tiempo.

Desde entonces, Don Schlitz ha grabado 23 canciones que han alcanzado el primer lugar en popularidad. Gracias a que concentró toda su atención y sus esfuerzos en un propósito, aquel adolescente soñador se convirtió en paradigma del éxito.

Lo que Don hizo casi intuitivamente se basa en principios que he distinguido al leer las mejores obras que se han escrito en el mundo sobre la excelencia y el éxito personal. He llegado a la conclusión de que hay cinco condiciones básicas que debemos satisfacer para ir en pos de una vida de éxito:

1. Defina sus metas. La búsqueda del éxito siempre comienza con un objetivo. Yogi Berra, uno de los mejores jugadores de béisbol de todos los tiempos, dijo en cierta ocasión: “Debemos tener una idea totalmente clara de hacia dónde vamos; de lo contrario, no llegaremos a ninguna parte”.

Hay muchos individuos que transitan por la vida como si fueran sonámbulos. Todos los días hacen lo mismo, y jamás se preguntan: “¿Qué estoy haciendo con mi vida?” Y no saben lo que están haciendo porque carecen de metas.

Fijarse una meta implica concentrar la voluntad para moverse en una dirección determinada. Empiece usted por formarse una idea clara de lo que quiere. Escriba sus objetivos y póngales fecha; esto le ayudará a aclararlos. Más que concentrarse en objetos que desee adquirir y poseer, concéntrese en satisfacer sus anhelos de hacer, de producir, de aportar; propóngase metas que puedan darle esa sensación de satisfacción que todos necesitamos.

Es importante que se visualice a sí mismo en el acto de alcanzar su meta. Mientras los perdedores visualizan las penas del fracaso, los triunfadores visualizan las recompensas del éxito. He sido testigo de este fenómeno entre los atletas, los empresarios y los oradores.

Yo mismo lo he hecho. Hubo un tiempo en que me daba pánico viajar en avión. De nada servía que mis amigos me dijeran que, estadísticamente, era más seguro volar que viajar por tierra; yo había leído demasiadas notas periodísticas que daban detalles sobre accidentes aéreos, y esas descripciones se me habían quedado grabadas. Me había programado, sin darme cuenta, para no subirme a un avión.

Entonces, un verano, tuve la oportunidad de volar en un avión privado a un lugar de recreo con varios de mis amigos. No quería perderme unas vacaciones espléndidas, así que durante dos semanas me estuve representando mentalmente un vuelo sin contratiempos en un día hermoso y soleado, y luego un aterrizaje perfecto.

Cuando por fin llegó el día, estaba impaciente por partir. Todos se sorprendieron cuando me subí al avión sin titubear. Disfruté cada minuto del vuelo, y aún ahora recurro a las mismas técnicas que empleé en esa ocasión.

2. Busque a las personas que saben más que usted. Mi padre tenía 17 años cuando se marchó de la granja donde vivía, en Cameron, Carolina del Norte, y se dirigió a Baltimore a solicitar empleo en una empresa fabricante de aviones. Cuando le preguntaron qué quería hacer, contestó: “De todo”.

Explicó que su meta era aprender todo lo que se hacía allí. Dijo que le gustaría empezar en algún departamento de la fábrica para adiestrarse en las tareas de este. Luego, cuando el supervisor determinara que su trabajo era tan bueno como el de los demás, pasaría a otro departamento para comenzar desde cero. La gerencia de personal accedió a esta extraña solicitud, y a los 20 años de edad H. T. Morris conocía de cabo a rabo la enorme fábrica y estaba trabajando en diseños experimentales con un salario altísimo.

Cada vez que mi padre llegaba a un departamento nuevo, buscaba a las personas que llevaban mucho tiempo allí: las que los novatos normalmente evitaban, por temor de darse a conocer como los principiantes que eran.

Mi padre acosaba con preguntas a esos veteranos. A ellos les agradaba ese muchacho curioso, y le enseñaban la manera más fácil y rápida de hacer las cosas, algo que nadie nunca se había molestado en preguntarles. Estos sabios se convirtieron en sus mentores.

Cualesquiera que sean sus metas, propóngase entrar en contacto con quienes saben más que usted. Imite su forma de trabajar, y haga ajustes y mejoras sobre la marcha.

3. Persiga su meta con inflexible congruencia. Hace algunos años examiné los motivos del fracaso personal y profesional, y descubrí que una de sus causas principales es el comportamiento autodestructivo: pensamiento y acción incongruentes con los objetivos personales. Podemos poner el ejemplo del vendedor que sueña con progresar pero se comporta de un modo grosero con sus clientes, o el de la persona que necesita un empleo pero se pasa el tiempo frente al televisor.

Hace varios años decidí ser mejor escritor. Durante meses leí libros que ofrecían consejos para escribir bien. Hablé con buenos escritores. Me imaginé como un autor de éxito. Pero no estaba dando el paso más importante: escribir. Cuando por fin me di cuenta de que mi comportamiento era incongruente con mi objetivo, volví a tomar la pluma.

La diferencia más grande entre la gente que alcanza el éxito y los que fracasan no suele ser el talento, sino la persistencia. Mucha gente brillante se da por vencida. ¿Quién quiere correr el riesgo de recibir un golpe tras otro? Sin embargo, la gente más exitosa no se da por vencida. Muchas veces se ha dicho que lo que distingue a los triunfadores de los perdedores es que los primeros se levantaron una vez más de las que se cayeron.

Una mañana, de camino a mi trabajo, me encontré a Daniel Ruettiger, quien ahora se dedica a ofrecer charlas de motivación. “Rudy” se crió en Joliet, Illinois, donde oyó tantas historias sobre la Universidad de Notre Dame que empezó a soñar con ir allá algún día a jugar al fútbol americano. Sus amigos le hicieron ver que no era tan buen estudiante ni tan buen atleta para que lo admitieran, así que renunció a su sueño y entró a trabajar en una planta de electricidad.

Cierto día, uno de sus amigos murió en un accidente de trabajo. La impresión que esto le produjo a Rudy fue tan fuerte que de pronto tomó conciencia de que la vida es demasiado corta para postergar la realización de los anhelos.

En 1972, a los 23 años, se matriculó en el Colegio Superior Holy Cross, de South Bend, Indiana. Obtuvo calificaciones lo suficientemente buenas para ser admitido en Notre Dame, donde finalmente logró que el legendario entrenador Ara Parseghian lo invitara a formar parte de su equipo como miembro del grupo de jóvenes que ayudan al equipo de primera fuerza a prepararse para los juegos.

Rudy estaba viendo realizado su sueño… o casi. Si bien al entrenador le gustaba la actuación de Ruettiger, no fue sino hasta el año siguiente, después de que Parseghian se marchó, cuando a Rudy se le permitió ponerse el uniforme para el juego final, aunque la intención era que se quedara en la banca. En eso, un muchacho que estaba en las graderías comenzó a gritar: “¡Queremos a Rudy!” No tardaron en sumársele otras voces. Por fin, a los 27 años, y a 27 segundos de que terminara el partido, Rudy Ruettiger entró en el campo de juego, y dio lo mejor de sí en las dos últimas jugadas. Sus compañeros de equipo lo pasearon en hombros por todo el campo.

Diecisiete años después lo volví a ver en el estacionamiento del estadio de Notre Dame, donde un equipo de camarógrafos filmaba escenas para Rudy, una película sobre su vida. Su historia es un buen ejemplo de que no tienen límite los lugares adonde podemos llegar a través de nuestros sueños.

4. Comprométase emocionalmente. Sin un compromiso serio, es difícil ir en pos de un sueño. Para alcanzar el éxito se necesita correr riesgos, ya sean económicos, sociales o físicos. Y siempre hay un riesgo emocional implícito. Tenemos que estar dispuestos a intentar cosas que nunca antes hemos intentado; tal vez incluso cosas que nadie ha intentado antes. Para triunfar en la vida no debemos limitarnos a pisar terreno seguro.

Un año tuve 29 jugadores de fútbol americano inscritos en mi curso de introducción a la filosofía. En el primer examen, 26 de ellos fracasaron rotundamente. ¿Qué iba yo a hacer? Quería que aprendieran, desde luego, pero no podía regalarles calificaciones aprobatorias.

Decidí formar un club para todos aquellos estudiantes, atletas o no, que hubieran obtenido calificaciones muy bajas o reprobatorias en cualquier evaluación anterior. Lo bauticé con el nombre de “El Club de las Calificaciones Inaceptables”. Nuestro lema era: “Mantén la cabeza a flote. Asiste al Club de las Calificaciones Inaceptables los jueves por la noche”.

Se presentaron más de 50 alumnos. La mayoría eran jóvenes destacados en los deportes, que de pronto debían hacer frente a un fracaso. Les hubiera resultado muy fácil darse por vencidos.

Pero a mí me interesaba la filosofía y me interesaban los muchachos; mi entusiasmo y mi compromiso eran contagiosos. Pronto empezaron a estudiar y a entender.

¿Cuál fue el resultado? Los que habían reprobado o habían obtenido una calificación muy baja en el primer examen subieron entre uno y dos puntos en el segundo examen. Para mí fue una gran sorpresa… y una enorme satisfacción.

5. Revise y renueve sus metas. De vez en cuando vuela a leer su lista de metas. Si piensa que alguna de ellas debe modificarse o remplazarse por una mejor, haga las correcciones pertinentes. Y cuando haya alcanzado su meta, o haya dado un paso importante en esa dirección, celébrelo. Vaya con su familia a cenar a su restaurante favorito, o dése un pequeño gusto: cualquier cosa divertida y positiva que selle el momento y reavive el entusiasmo. Es como recordarse: Voy por el camino correcto. Me siento de maravilla.

Pero las cosas no deben terminar ahí. Muchas personas, cada vez que alcanzan una meta, aflojan el paso. A eso se debe que el mejor agente de ventas de un año dado pase a ser un don nadie al año siguiente; a eso se deben, también, los cambios en la lista que publica la revista Fortune de las 500 empresas más importantes de Estados Unidos; y a eso se debe que de pronto se pierda de vista a individuos de los que todo el mundo hablaba. A menudo se trata de gente que no entendió la importancia de la renovación.

Por lo tanto, fíjese metas nuevas. Nuestras vidas están hechas para el éxito; no sólo para disfrutarlo, sino para procurarlo. Hay satisfacción en la búsqueda misma, no nada más en llegar al final del camino. Hemos sido educados para perseguir objetivos, así que a cada éxito debe seguir un reto nuevo.

Durante muchos años viví en una casa vieja. En los días de frío, siempre que subía yo el termostato de la calefacción, la vieja caldera tenía que trabajar mucho para que la temperatura de la casa llegara al nivel elegido. Cuando la caldera alcanzaba la temperatura fijada, dejaba de funcionar. No subía más. Los seres humanos solemos comportarnos del mismo modo. No vamos más allá de los objetivos que nos fijamos. Por esa razón debemos subir nuestras expectativas; pasar al siguiente nivel; proponernos objetivos nuevos.

Si la vida lo ha dejado a merced del frío, ¡haga algo para remediarlo! Suba el termostato. Esfuércese. Vale la pena.