Por qué debes confiar en tu sentido común para manejar tu Negocio o Empresa

sentido común, Albert Einstein, pensarEl secreto del éxito, según señala uno de los inversionistas más sagaces de Estados Unidos, es dejar de escuchar a los “expertos” y confiar en el propio juicio.

Cada año visito muchas compañías  y asisto a juntas que duran horas y horas, con sesudos ejecutivos y analistas financieros  Pero no es ahí donde obtengo mis mejores ideas para invertir.

Coloqué dinero en Taco Bell (una cadena de restaurantes de comida mexicana) porque me gustaron sus “burritas”. Y, ¿qué decir de las computadoras Apple? Mis hijos tienen una en casa y, además, compramos varias para la oficina.

Mi esposa Carolyn es una de mis mejores asesoras. Ella descubrió las pantimedias L’eggs, uno de los productos más vendidos durante los años setentas, y un perfecto ejemplo de las posibilidades del sentido común en el campo de las finanzas.

Antes de asumir el mando en Fidelity Magellan fui analista de valores y después director de investigación de esa empresa. Conocía el ramo de los textiles porque visitaba fábricas, calculaba sus márgenes de utilidades e incluso me inicié en los esotéricos procesos de manufactura. Pero ninguno de estos conocimientos fue tan valioso como la información que obtuvo Carolyn en el supermercado. Allí se exhibían unos vistosos huevos de plástico que contenían pantimedias para dama. La compañía Hanes, que era dueña de L’eggs por entonces, estaba introduciendo el producto en todas las tiendas de Estados Unidos, incluidas las del suburbio de Boston donde vivíamos.

Carolyn no necesitó ser experta en manufacturas textiles para advertir que se trataba de un producto estupendo. Lo único que tuvo que hacer fue probarlo. Las medias le quedaban bien y se corrían menos que las ordinarias. Pero su atractivo principal era la comodidad de comprarlas junto con el dentífrico y las navajas de rasurar, y ya no necesariamente en un gran almacén.

Como las mujeres suelen visitar tiendas de ropa una vez por cada seis semanas, mientras que a los supermercados acuden dos veces por semana, tienen 12 oportunidades de comprar L’eggs por cada una que tienen de adquirir otra marca. Vender pantimedías en los supermercados era una gran idea. De eso no cabía la menor duda, al observar la gran cantidad de mujeres que llevaban huevos de plástico a la caja registradora.

¿Cuántas mujeres que compraron esas pantimedias, y empleados de tiendas que las vieron hacer la adquisición  y maridos que vieron a sus esposas llegar a casa con las pan­timedias, tuvieron conocimiento del éxito de L’eggs? Millones. Y resultaba bastante fácil para cualquiera averiguar que la empresa productora era Hanes, la cual figuraba en la lista de la Bolsa de Valores de Nueva York.

En cuanto Carolyn me llamó la atención sobre Hanes, llevé a cabo una investigación y recomendé las acciones de esta compañía a los directores de Fidelity Magellan. Nuestra inversión se sextuplicó.

Jugadas maestras. Mi experiencia con L’eggs demuestra que cualquier persona puede comprar acciones con el mismo acierto, o mayor, que un experto. El secreto es dejar de escuchar a los profesionales y confiar más en lo que uno mismo sabe y entiende.

Cualquier consumidor hace análisis básicos de docenas de compañías  Basta permanecer alerta en el lugar donde trabaja uno o durante las visitas al centro comercial, para hacer provechosas inversiones mucho antes de que los expertos descubran el filón.

No crea que sólo las acciones baratas de compañías misteriosas como Biorretroalimentación Braino o Investigación y Desarrollo Cósmico rinden dividendos. Yo he hecho buenas inversiones en valores de compañías importantes.

Veamos el caso de la cadena de restaurantes McDonald’s. A principios de los años setentas muchos inversionistas pensaron que su increíble expansión era cosa del pasado  Pero entonces se instalaron las ventanillas para que los clientes ordenaran desde su auto, y ello atrajo a multitudes. Con el nuevo menú para el desayuno los restaurantes se llenaron a ciertas horas en que antes estaban siempre vacíos, y los juegos para niños en el exterior cautivaron a innumerables criaturas, como mi hija Beth, que los divisa a un kilómetro de distancia. Así pues, me percaté de que todavía ha­bía tela de dónde cortar en McDo­nald’s. Y en efecto: si usted hubiera comprado acciones de esta firma en 1981, su inversión se habría cuadruplicado en 1989.

Dunkin’ Donuts fue otro afortunado descubrimiento. Frecuento esos restaurantes con mi familia, después de asistir a la iglesia. Siempre me ha gustado su café, pero un domingo algo me llamó la atención: la taza que tenía en las manos era de cerámica, y no de plástico, indicio de que en la empresa se pensaba en la calidad. Vi que estaban remozando el local, encontré limpísimo el sanitario, y noté que la clientela era nutrida. Valía la pena investigar sobre esa compañía y lo hice. ¿Qué pasó? Diez mil dólares invertidos en Dunkin’ Donuts en 1982 produjeron a los cuatro años unos 47,000 dólares.

Otro de los hallazgos de Carolyn fue Toys R Us. En una visita a la tienda más cercana, se convenció de que esta compañía sabía vender juguetes  Nada de amontonamientos, y la mercancía era de primera. Pero lo que le causó mejor impresión a mi esposa fue que la tienda estaba bien surtida, pese a que no era temporada navideña. Esto le indicó que, a diferencia de la mayoría de sus competidores, Toys R Us procuraba mantener sus negocios activos todo el año. ¿Que si valió la pena tomarla en consideración? Quien haya comprado acciones de Toys R Us a un dólar cada una en 1982, sabe que la inversión había aumentado 25 veces para 1985.

Subaru no se queda atrás. Nunca he poseído un automóvil Subaru, pero mis amigos sí, y no cesan de encomiarlos. Un señor que fue a hacer algunas reparaciones en mi casa era de la misma opinión, y también los numerosos propietarios de automóviles de esta marca a los que les pregunté en estacionamientos de centros comerciales y de cines. Cuando empiezan a proliferar los fanáticos de un producto, es hora de investigar.

Si usted hubiera invertido en 1977 una cantidad equivalente al precio de un Subaru en acciones de la empresa fabricante, y las hubiera vendido en 1986, se habría hecho millonario.

Investigue. Cuando alguna compañía le llame la atención por las posibilidades que ofrezca para invertir  más vale que lleve a cabo algunas indagaciones antes de comprar acciones. De otra manera, será como jugar al póquer sin ver las cartas.

La averiguación que hice sobre Chrysler en 1982, cuando esta compañía se encontraba casi en quiebra y comencé a comprar sus acciones, estuvo enfocada en parte hacia sus deudas. Para sacar de apuros a la Chrysler, el gobierno de Estados Unidos avaló un préstamo de 1200 millones de dólares. Me di cuenta de que ello representaba una buena oportunidad para enderezar la situación  y los bancos no iban a clausurar la empresa.

También me enteré de que la Chrysler había reducido sus costos y precios, al mismo tiempo que había dado a sus vehículos características novedosas. Mi fe en la compañía quedó reforzada cuando visité una sala de exhibición y manejé los nuevos modelos. Desde hacía años, Chrysler se había hecho de la fama de ser la marca preferida por personas anticuadas, pero para mí era evidente que estaban adoptando un estilo más avanzado, el cual podía atraer compradores jóvenes.

Otra experiencia que me dio confianza en la supervivencia de la Chrysler: fui de vacaciones con la familia a Florida, alquilé una camioneta fabricada por esa empresa, y en ella recorrimos el estado. A los niños les encantó.

El resultado fue que gané una buena suma de dinero para mis accionistas comprando acciones de la Chrysler a seis dólares cada una a principios de 1982, y viendo cómo aumentaba su valor hasta alcanzar, a los cinco años, 15 veces el original.

Hay que ganar, y también perder. ¿Qué ocurre cuando se deja uno llevar por el entusiasmo que suscita un proyecto y se olvida de informarse  Mi propia experiencia con la cadena de supermercados de J. Bildner e Hijos es un buen ejemplo. Esta empresa tiene un restaurante muy bueno frente a mi oficina; he comido allí desde hace años, y sabía que servían los mejores sandwiches de Boston.

Me enteré de que Bildner’s estaba extendiéndose a otras ciudades  e iba a colocar acciones en el mercado de valores para obtener liquidez, lo cual estaba bien. Jim Bildner es un hombre talentoso y laborioso, y la compañía tenía una amplísima clientela potencial en los millones de parejas que trabajan y prefieren comprar comida casera.

Para investigar la operación, fui a examinar las tiendas. Estaban limpias y tenían empleados eficientes, además de una numerosa clientela satisfecha. También averigüé que esta empresa producía jugosas ganancias  y que no había planes de agobiarla con deudas desmesuradas. Así pues, en septiembre de 1986 compré acciones de Bildner’s al precio inicial de 13 dólares cada una.

La empresa abrió una sucursal en un centro comercial de Boston. Fracasó. Luego, abrió dos sucursales en Manhattan, que no resistieron la competencia. Posteriores intentos en ciudades más distantes, incluyendo Atlanta, también acabaron mal. Uno o dos errores podrían no haber sido tan dañinos, pero la compañía cometió algunos más.

Finalmente, la administración optó por conservar sólo las tiendas originales, y se acogió, para reorganizarse, a las leyes del país referentes a quiebras. Yo me deshice poco a poco de mis acciones, con pérdidas que iban del 50 al 95 por ciento.

¿En qué consistió mi error? Invertí en un negocio que había tenido éxito en mi ciudad, pero no esperé a verificar si la situación era igual en otros lugares. Si lo hubiera tomado con calma, no habría comprado nada. El tiempo que uno espera para que una empresa demuestre su acierto nunca es excesivo.

Pero eso es lo de menos. Por cada Bildner’s ha habido un Mc­Donald’s, un Dunkin’ Donuts, un Toys R Us, o un La Quinta Motor Inns.

La primera noticia que tuve de La Quinta, fue de labios de alguien que trabajaba con uno de sus competidores  es decir, con Holiday Inn. “La Quinta está aniquilándo­nos en Houston y Dallas”, me confesó aquella persona. Hice una breve investigación. La empresa ofrecía habitaciones de buena calidad a precios un 30 por ciento inferiores a las tarifas de los hoteles Holiday Inn. ¿Cómo era eso posible?

La Quinta había eliminado los salones de conferencias, el área de recepción y el restaurante. Su objetivo  satisfacer a los hombres de negocios no muy acaudalados, a quienes no les gustan los moteles baratos, pero que no quieren pagar los precios más altos.

Convencido de que La Quinta era una gran oportunidad, pasé sendas noches en tres de sus sucursales. Brinqué en las camas, metí el pie en la alberca y tiré de las cortinas. Luego compré tantas acciones como pude para Fidelity Magellan, y la inversión se ha multiplicado 11 veces.

Como siempre, mis indicadores para decidir una transacción fueron mis ojos y mis oídos. La treta que he aprendido es permanecer atento para detectar las buenas inversiones  considerando que puedo tenerlas en las narices. Que los demás confíen en la sabiduría de Wall Street; yo me atengo a mi sentido común.